En su pequeño habitáculo de 3x4x3 m. de tropecientos mil euros, el aflitecado se devana los sesos para llegar a fin de mes y salvar sus cuatro paredes mientras contempla desde la ventana, cómo el ciprés le sirve de recordatorio, en sus seis metros cuadrados de jardín, que aquella situación va para largo, cuando no para la generación que le precede.

En los 36 m. cúbicos, donde ahoga las penas, se apiñan como en un puzle toda clase de adelantos técnicos para el hogar, como si de un bonito y atrayente envoltorio interior de celofán se tratara, que hace más atractivo al pequeño cuchitril, réplica exacta del piso piloto (obra maestra del marketing). …A éstos 36 m. cúbicos quedan irremediablemente atados ó mejor dicho, cautivos de por vida.

El aflitecado se aferra con uñas y dientes, como es comprensible, a éste engañoso despropósito, convirtiéndose en víctima de una gran burbuja que beneficia a muy pocos y cautiva a muchos, donde la banca y el estado encuentran total control sobre la ciudadanía,
presa de su deuda y del maltrecho estado emocional al que se han visto arrastrados en su derecho y necesidad de adquirir una vivienda digna.

¿Es social esto?
¿Hay derecho a causar semejante daño?

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