Hay dos clases de blablablistas: el primero es el blablablista cotorra ó taladrador de cerebros que habla sin parar sobre cualquier tema sin que el interlocutor pueda apenas meter baza. Esta categoría de parlanchines tiene una subdivisión denominada blablablista cotilla al que la gusta estar informado de todo lo que pasa para luego ejercer de radio macuto. Sus temas preferidos son los chismes de alcoba, los líos de faldas, los fallos ajenos y un largo repertorio que abarca cualquier ámbito social, aunque prefiere los más jugosos como él mismo los denomina. Las defunciones del momento le excitan de verdad; éstas malas noticias le dan pié para ejercer su deporte favorito con más ahínco que nunca ya que divulgar una noticia así le produce un morbo especial pues le permite constantemente ponerse en el lugar de la víctima y familiares llegando a ser más papista que el papa.

El segundo blablablistas al que me refería, capaz de acabar, con sus vacíos discursos, con la paciencia de un santo, es el político cuando pretende confundir, liar ó engañar a la audiencia, lanzando al viento su verborrea sin decir absolutamente nada …eso es arte y debería ser premiado con pico y pala dada la desfachatez de quien lo practica. No conozco forma de burla más descarada.

Hablar por hablar es una situación que surge a veces para llenar el vacío del silencio, insoportable para algunos. Se produce en determinadas situaciones especialmente si el sujeto se encuentra en la posición de “convidado de piedra” y el “trágame tierra” no le funciona; en ese caso hablar del tiempo es la mejor salida de la tensión del momento.

Entre todas éstas consideraciones, me viene a la memoria la frase del filósofo que decía a su interlocutor: “Habla si lo que vas a decir es mejor que éste silencio”

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