Nos gestamos sumergidos en el protector líquido amniótico del claustro materno. Somos 65% agua y al final de nuestro pasaje volvemos a la existencia mineral de la tierra de la que venimos, una vez disueltos los elementos que nos componen.
Entre luces y sombras nos desarrollamos y crecemos. La luz es el catalizador que refina la esencia del ser y le da forma y la sombra el complemento necesario que la hace brillar.
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