El flamenco vive el “aquí y ahora” como nadie. Vaya mi reconocimiento y homenaje a la etnia gitana que tuve la suerte de conocer de cerca compartiendo muchas veladas durante tres años de trabajo como percusionista en el grupo flamenco Fardiquera, regentado por Jóse y Mati allá por los noventa. Hace más de 25 años que emocionan con su música y su arte a mucha gente de dentro y fuera de España.

La alegría está presente en esta etnia de la que deberíamos aprender algunas cosas los payos que con todos nuestros privilegios y prebendas, vivimos con frecuencia sumidos en nuestros problemas sin que nos demos cuenta que la vida se nos escapa cada segundo.

El gran corazón que tienen es una de sus virtudes que como otras se ven eclipsadas por la mala fama que arrastran desde tiempos inmemoriales. Cada vez que un gitano comete un delito, se airea a los cuatro vientos creando una visión de ellos parcial y negativa, aunque esto no es nada ante tanta corrupción y egoísmo que habita a diario entre nosotros los payos.
El gitano sabe vivir y relajarse; sabe reír, compartir y darse a los demás y es leal siempre a su familia y amigos aunque éstos sean payos.

Afortunadamente van integrándose en una sociedad que aún les otorga pocas oportunidades al tiempo que van perdiendo el sentimiento racistas que tanto ellos como los payos aún tienen arraigado en parte.
Las parejas mixtas entre personas de los dos grupos son uno de los principales motivos de integración de ambas comunidades siendo la tolerancia entre ellas y el respeto por sus respectivas culturas el verdadero camino de acercamiento entre personas con los mismos derechos y obligaciones.

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