Instalación

Hace años, cuando residía en el barrio de Chueca, me encontraba obligado casi siempre a servir de guía cada vez que subía en taxi para volver a casa; no es que utilizara éste medio con frecuencia ya que mi transporte favorito fue siempre el metro por rápido, barato y sosegado; solo en situaciones extremas recurría al taxi cuyo conductor casi siempre me imponía como condición hacer de guía por aquel complicado recorrido.

Para la mayoría de éstos conductores era una aventura laberíntica acceder al barrio en coche, salvo para quienes lo conocíamos bien.

Esta es la pauta general en ciertas áreas de las grandes ciudades donde determinadas zonas crecieron en el pasado de manera desordenada y a buen seguro improvisada en parte, de lo contrario no se explican éstos laberintos construidos, entonces, sin la suficiente visión de futuro que los hiciese hoy más accesibles y en consecuencia más humanizados.

Por aquellos años circulábamos con el callejero, aquel libro del plano segmentado de Madrid al que éstos conductores experimentados preferían ni mirar, en la medida que uno pudiese guiarlos por aquella intrincada red de callejuelas.

Después llegó el G.P.S. facilitando que éste tipo de “trampas para humanos” adquiriese mayor viabilidad y por tanto se humanizara más.

De los peatones ni hablemos; no contábamos para nada. Las aceras en muchas ocasiones estaban invadidas por coches, máquinas y más hierros …era penoso ver tantas veces a madres con carritos y niños ó a personas muy mayores con bastón, topándose con éstas barreras una y otra vez, que les obligaban a invadir las estrechas calzadas ocupadas por abundante tráfico ó también a ciegos chocando directamente contra dichas barreras; la gente de a pié tratábamos de evitarlo acudiendo en su ayuda, aunque a veces no se llegaba a tiempo …era penoso y cabreante a la vez, sobre todo cuando ibas cargado con las bolsas de la compra. En fin, las “trampas para humanos” aparecían por doquier un día tras otro.

Claramente veo al escribir éstas líneas, que todo aquello me marcó. Fueron varias décadas viviendo en Augusto Figueroa sorteando obstáculos en ese castizo barrio al que adoro por su vitalidad y solera..
…No se debería olvidar que lo que hacemos hoy repercutirá de alguna manera en las siguientes generaciones, lo que nos hace a todos responsables de esas consecuencias.
Deshumanizar, no es propio de seres humanos ¡digo yo!

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