Todos sabemos del mal de nuestro tiempo. El ambiente está impregnado de represora austeridad y de melancolía bajo una atmósfera hostil de injusticia y falta de alegría y dinamismo.
La pobreza reina por doquier, dentro y fuera del individuo.
La población y los conflictos aumentan en todo el mundo bajo el yugo insostenible del liberalismo irracional y la negativa insostenible, igualmente, del capitalismo a refundarse, reflexionando y creando canales más justos y por lo tanto más perdurables, que en pura lógica a todos conviene. Por otro lado el actual modelo permite y alienta la concentración de la riqueza, cada vez, en menos manos, acarreando un lastre de consecuencias impredecibles … ¡STOP A LA AVARICIA!. … mientras tanto, el planeta herido se queja con sus excesos, avisando de lo que es capaz al tiempo que las mentes se radicalizan.
… y en éste panorama, todo parece huir hacia delante.
Puede parecer ingenua la fe en el equilibrio; pero es el equilibrio el que arbitra con éxito entre los opuestos, permitiéndoles interactuar en armonía; esto es una regla básica de la vida; por otro lado, hace comprender y reconecta al individuo en esa lengua universal que permite que todo fluya en paz, crezca y se ilumine.
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