Al moviladicto se le reconoce por la rapidez con que utiliza los pulgares. Tiene tanta práctica que es capaz de teclear a la velocidad del rayo. No puede vivir sin su aparato que utiliza sin reparo en la comida, la cena, el desayuno ó en cualquier situación; solo ó acompañado, permaneciendo siempre conectado a su mundo virtual.

Seguramente si le suena el timbre de aviso de mensaje mientras hace el amor ó cualquier acto divertido, no piensa en otra cosa que en acabar rápido para ver que le cuenta la pantalla.
Es la nueva neurosis del momento. Me pregunto si desarrollaremos los humanos grandes pulgares como porras según la teoría de la evolución adaptativa?.

Antes padecía ésta especie de síndrome solo la gente joven que vemos a veces en grupos de silencio hablándose, para colmo, entre ellos a través de éstos mensajes. Ahora pueden verse por la calle también a adultos absortos en la maquinita ó a gente cruzando la calle en peligrosa distracción e incluso a madres con carrito de bebé empujando éste con una mano mientras escriben con la otra.
¿Es una fiebre pasajera ó ha llegado para quedarse?.

Quienes no sufrimos ésta adicción nos vemos bombardeados a cualquier hora por ésta enorme legión de moviladictos que quieren hacernos partícipes de su afición enviándonos toda clase de informaciones, dimes y diretes y hasta estupideces sin ningún interés tal vez con la esperanza de arrastrarnos a su banal afición.

Si a finales de año supiesen la cantidad de horas que han dedicado a la maquinita se sorprenderían y tal vez lo lanzarían al suelo con fuerza, propinándoles un gran pisotón como si estuviesen compactando un polvorón, aprovechando el espíritu Navideño.

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