La ola de calor del verano del 2004, no daba para otra cosa que para pintar temas de agua, temas frescos y colores fríos, así fueron más soportables aquellos
duros meses de verdadero estío
.

Algunos veranos de fuerte calor se convirtieron así en motivos para pintar.

Aquel denso verano, todo lo que me venía a la cabeza, eran imágenes de agua …mundos de agua: azules, transparentes y frescos, frágiles y luminosos a la vez, donde todo flotaba como yo mismo parecía flotar en medio de aquella ola de calor insoportable.
Por aquel entonces acababa de leer el “Alquimista” de Paulo Coelho que alguien me regaló y que venía a concluir que el humano posee la capacidad de transformar la adversidad en aliada ó dicho en términos esotéricos, transformar la energía negativa en positiva, es decir, darle la vuelta al peso kármico que solemos arrastrar consigo, eliminando así el bloqueo de nuestro fluir natural. De ese ejercicio de práctica mentalización, surge gran parte de ésta serie.

La técnica, lógicamente, debía mantenerse en coherencia con la acuosa idea partiendo de la base que el resultado debería ser suelto y fresco dentro de lo calculado. El dibujo, espontáneo, de un solo trazo, debía ser igualmente directo,
rayando con el rabo del pincel sobre la pasta fresca recién aplicada al fondo y añadiendo inmediatamente después el color para que en esa húmeda situación y durante el secado, la física y la química dejaran su azarosa impronta en la superficie, complementando y armonizando los rasgos más intencionados y evidentes.

La idea era hacer algo libre y divertido que me compensara de aquel calor sofocante. …el final resultó positivo trayendo agua y frescor a mi verano.

La serie AGUA DE LLUVIA viene de tiempos atrás, de mis primeros paseos por el campo tras el traslado de Madrid. Ahora los estímulos se presentaban diferentes: las experiencias sensoriales, las imágenes de mi nueva vida etc. y como consecuencia también las ideas.

Recuerdo los pocillos de agua en las rocas de los márgenes de los caminos, reflejando el cielo azul como chispas de luz, los arco-iris en los paisajes abiertos y la sensación de renovación después de cada lluvia donde todo rezumaba pureza natural. La transparencia de la atmósfera, la nitidez de la lejanía, el olor a tierra y a vida; el aire puro en contraste con la polución de Madrid …era como sentir el propio latido del paisaje, traspasado y fundido en él.

La serie de LAS BARQUITAS, recuerdan por otro lado nuestra fragilidad ante las fuerzas naturales, zozobrando casi, con sus humildes farolillos que apenas alumbran el camino, acudiendo tal vez a una llamada de socorro.

LOS FAROS: la luz que hay que encontrar; la referencia imprescindible para reorientar el rumbo.
LOS POCILLOS DE AGUA, simbolizando todo lo que la naturaleza nos regala; las prebendas que la vida trae en su diaria cadencia: el pan y la sal de la existencia misma, aliento y motor de la vida.
EL CIRCULO, el punto ó la pelota en la piscina, hacen alusión al ancestro, a la matriz, al claustro materno; el uno en el todo y viceversa, sin pérdida de la peculiar individualidad del mismo; un mundo en otros mundos, una estrella en un universo de estrellas y como sustento plástico de todo ello: luz, contraste, forma y color en sintonía y para el ojo.

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