Cualquier ingenio que emite luz ejerce un cierto poder de fascinación, como sabemos; el observador no solo se enfrenta al objeto emisor, sino también al espacio y camino que éste muestra con su chorro de fotones.
Si hay alguna joya de la arquitectura con ésta capacidad lumínica, es el faro que indefectiblemente cautiva a quien lo contempla, ya sea durante el día, cuando su alma de luz duerme, como en la noche, desplegando su saludo y abrazo como si de aspas luminosas de un gran molino se tratara, abarcando lo inabarcable bajo su destellante guía.
El faro es norte y señal, imprescindibles para los caminantes, donde la tiniebla y la luz se combinan mostrando su mágico poder, hasta donde el curvado horizonte le permite …es como la expresión poética de los caminos de agua y sus navegantes de allende otras tierras.
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